Eurostar de las seis y veinte de la mañana. Para llegar a la estación de tren, tuve que abrir el metro de Londres. Ya en Bruselas, salí a caminar para tener una impresión de la ciudad. Atravesé las conocidas Galerías de la Reina y llegué a la Grand Place. Me quedé sorprendido al ver tanta arquitectura tan bonita. Los edificios que allí se encuentran en las cuatro direcciones de la plaza son increíbles. Pasé rápidamente por la catedral a la que hallé muy parecida con la de Notre Dame. Luego caminé para ver la estatua ridícula, sí, el manneken pis. Una estatua pequeña, tipo angelito, que sostiene su miembro al cual le sale agua. Todos sacando fotos, yo también. Seguí caminando hasta un palacio perteneciente al gobierno de la comunidad europea. Pasé por el Palacio Real y por la plaza que se encuentra en frente. Allí me recosté a descansar sobre el césped. A la noche me encontré con Mauri a comer y luego tomamos unas cervezas en un pub. Me levantaron a las once de la mañana. Este hostel que elegí parece ser de alguna asociación cristiana porque en la mesa de luz hay un nuevo testamento. Y de once a tres todo el mundo tiene que salir de la habitación. Compré un adaptador nuevo para la máquina de fotos y el celular y me fui al restaurant donde trabaja André, un amigo de Marcos que vive acá en Bruselas. El restaurant se especializa en comidas brasileñas. Comimos en el jardín y luego fuimos a caminar la plaza Flagie que tiene unos estanques con patos. Después tomé el metro y me fui a ver las oficinas de la sede de la unión europea. Pasé por un arco y luego volví por el parque lateral, por un sendero lleno de árboles verdes y plantas. Bruselas es una ciudad ordenada y la gente es simpática. Para terminar el día pasé por el Atomiun. El edificio está bien, y como muchos que ya he visitado, fue construido para una exposición universal. Desde la bola más alta, podías tirarte con un arnés por unos rieles, tipo Bariloche pero un poco más empinado. Mas atrás había un parque enorme con muy pocas padres son sus hijos jugando. Parece que en Bruselas no hay tanta gente. La infraestructura de la ciudad, para mí, es mayor a la necesidad por los habitantes que viven. A la noche fui a comer a un restaurant con Mauricio y sus amigos, un belga, un brasileño y una italiana.
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