Tenía sólo un par de horas para andar por Saint Tropez. Di unas vueltas por el casco antiguo, subí hasta el fuerte y saqué varias fotos del mar azul. Hay varias obras de Botero por la calle. Un empleado municipal limpiaba el lugar donde se venden pescados frescos. La policía municipal anda en bici por la calle sin mucho que controlar porque aquí se respira aire de glamour y tranquilidad. Tomé mi valija y me fui a tomar el bus que me dejaría en San Rafael. En el bus continué leyendo la historia del coronel Aureliano Buendía. El tren en San Rafael se demoró casi una hora. Cada tanto iba a ver el televisor para controlar que todo estuviera bien, es decir, controlar el número de la vía por la que saldría mi tren, el horario, el número de tren, la demora correspondiente y tal. Del altavoz podía entender algunas de las palabras, los horarios y números de viaje. De repente escuché el horario de mi tren y el anuncio de que ya iría a partir. Abrí los ojos, me incorporé y volví a chequear mi número de vía, ya que el tren que iba a partir se encontraba en la vía de enfrente. Era mi tren. Para cambiar de vía debía subir una escalera, atravesar un pasillo y bajar. Tomé mi valija y comencé a correr como hacía tiempo no lo hacía, por la mitad de la escuché el sonido del silbato de cierre de puertas. Yo iba diciendo para mis adentros, no no no no. Justo cuando estaba por entrar en el primer vagón que encontré, las puertas automáticas se cerraron. Intenté de alguna manera abrirlas mientras reproducía algún sonido de desesperación. El guarda de la estación de tren me dijo, “Monsieur, y algunas palabras en francés, mientras con su mano me indicaba que fuera más hacia adelante. Pero yo no sabía a dónde tenía que dirigirme, por lo que en un momento me detuve y con mi mejor francés le pregunté “Ou?”. Avant, avant!, me respondió. Corrí hasta el vagón que se encuentra adjunto a la máquina, que es donde se encuentra el guarda del tren, quien se fija que todo esté en condiciones antes de arrancar. Subí y me senté a esperar que mi corazón dejara de latir tan intensamente. Camino de vuelta alternaba la lectura del libro con la vista desde la ventana del tren. En Niza tomé el bus hacia el aeropuerto y esperé mi vuelo por Vueling hacia Barcelona.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario