Me decidí a hacer la visita a Sachsenhausen, campo de concentración nazi en las afueras de Berlín. El guía que nos tocó es un argentino que hace varios años que vive en Berlín. Del campo de concentración no queda mucho edificado. Pero sí hay una energía rara en el lugar. Eran perseguidos no sólo los judíos, sino también los gitanos, los homosexuales, los comunistas, los testigos de jehová etc. Cada preso estaba identificado con un triángulo de un color diferente según sea el motivo de su persecución y se le asignaba un número. A las personas no se las llamaba más por el nombre, perdían su identidad. En las barracas hay camas e inodoros como los que funcionaban en esa época. En Sachsenhausen funcionaba también un laboratorio donde se hacían experimentos de cualquier tipo con seres humanos. Se trataba de aprovecha al hombre económicamente antes de matarlo. En el campo de pueden ver rastros de los hornos y de las cámaras de gas. Es increíble pensar que todo aquello sucedió hace escasos años. Es increíble pensar en los cómplices de los locos malos, en su silencio, en su incondicionalidad. Pero más increíble es pensar que cosas parecidas están sucediendo en medio oriente y varios otros lugares del mundo y no hacemos nada. Total queda lejos…no?
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