Luego de despedirnos de Gianni pasamos por la heladería donde estaba la Mechi. Tomamos un café con leche, nos dimos un beso y un abrazo y partimos hacia Marbella, que se encuentra a escasos kilómetros de Estepona. Pasamos primero por Puerto Banús. Dimos una vuelta con el auto y fuimos a ver el puerto. Al no ser aún temporada alta no había grandes yates. Seguimos hasta Marbella, estacionamos el auto y fuimos a la playa a comer unos fiambres con tomates y frutas. Paseamos por el casco antiguo, tomamos un café y seguimos hasta Málaga. En Málaga sólo dimos un paseo con el auto. Subimos hasta el castillo de Gibralfaro pero no entramos, paseamos por el camino del costado desde donde se podía ver el puerto, la plaza de toros y la ciudad. Tato me comentó que su amiga Sandra había vivido hace ya varios años, allá durante los noventa, en un asentamiento hippie, o mejor dicho jipi, como escriben los españoles, cerca de la sierra nevada de Andalucía. Órgiva se llama el pueblo. Preguntamos a los pobladores dónde se encontraba el asentamiento. Parece que los jipis no son bienvenidos en Órgiva. Dejamos el auto estacionado al costado de la ruta y seguimos andando por un camino que nos llevaría adentro, entre las montañas y la vegetación. Una mujer italiana, jipi, caminaba junto a sus dos hijos llevando provisiones sobre su hombro, los niños hablaban en castellano y jugaban unos pasos atrás. En el camino íbamos dejando autos viejos, estacionados allí hace tiempo, algunos abandonados; otros llenos de cosas. Todos sucios. Llegamos a la parte principal del campamento, había una pizarra donde se dejaban notas entre ellos. Cambio clases de inglés por clases de español. Necesito volver a Berlín en julio, si alguien puede llevarme por favor contactarse con tal. No me animé a sacar muchas fotos. Había mucho silencio. Quienes vivían allí caminaban descalzos. Había áreas determinadas para plantaciones de verduras, espacios para hacer las necesidades, carpas al lado del arroyo. La visita duró unos 30 minutos. Tato quería llegar hasta un lugar de monjes tibetanos pero el camino era muy largo y ya era tarde por lo que emprendimos viaje hacia Granada. Hasta dar con el hostel dimos miles de vueltas. Entrar con el auto en el centro de Granada es una misión imposible. Cuando dimos con el lugar y paramos el auto, sentimos un ruido extraño en el motor y vimos agua en el suelo. Parece que el electro no está funcionando bien, pues el auto había calentado. Veremos mañana como sigue.
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