Cómo comenzar a escribir las sensaciones que hoy he tenido? Cómo dejar plasmado en una e-hoja lo que me ha pasado hoy? Me levanté pasadas las diez. bueno, pasadas bastantes, como a las diez y cuarenta. Me bañe, tomé un café y me fui al super. Compré algunas frutas, queso, vino, galletas, cerveza y otras yerbas y volví a dejarlas al departamento. Hoy me toca el primer día Esteban. Tomé la línea 8 en Republique hasta la estación Concorde. Salir de la boca del metro en París siempre es una sorpresa grata. Algo lindo te encontrás. Lo primero que vi fue la pirámide obelisco que Napoleón se trajo de Egipto, una vista general de la Place de la Concorde y sus fuentes. Caminé hacia el jardín de Les Tuilleries. Salí un poco desabrigado y el día estaba nublado, combinación trash, riesgo de enfermarse. Lluvia. Qué pasa en todas las ciudades cuando llueve? Se venden paraguas por todos lados. Un sudafricano ofrecía estos piragüitas por 5 euros pero yo le ofrecí 3, obvio me dijo que no. Me mojé unos 60 metros más y ya lo tenía a mi lado diciéndome que por tres estaba bien. Uhu! El paraguas me salvó el día, pues no dejó de llover en ningún momento. El hecho de que lloviera me dejó de molestar al recordar lo que me había dicho Lisandro, que en París llueve siempre. Entonces me dije, de acuerdo, conoceré a la París tal como es. Me senté en una fuente, miré hacia mi alrededor y tuve mi primer sensación de éxtasis. Fue como un placer que ingresaba a mi cuerpo por los ojos y se desparramaba por el pecho y la panza hasta llegar a las extremidades. El Louvre en el fondo, el arco de Napoleón, flores y árboles, gente caminando y el cielo gris. Cruzando el arco, la pirámide del Louvre. Me tenté en acercarme, pero seguí las indicaciones de Samuel. Volví por el mismo jardín hasta llegar otra vez a la Place de la Concorde y vi en el suelo la inscripción que cuenta que Luis XVI y María Antonieta fueron decapitados allí mismo. Tomé la Av. Champs Elyseés y la caminé hasta el final, siempre emparaguado. Entré a un par de galerías que encontré sobre el camino para husmear cómo eran. Ya casi sobre el final de la avenida me senté en una braserie mirando hacia la vereda. Me pedí una botellita de vino tinto y una ensalada haciendo honor a la primera cena de mi amiga Gabi en París. A veces intento decir algunas cosas en francés y me salen, otras las mezclo con el portugués y con el italiano. Y de las respuestas agarró un diez por ciento y el resto trato de imaginármelo. Un grupo de chicos todos con camisetas iguales promocionaban un site de encuentro de mujeres y la prensa les hacía reportajes. Mientras un camión esperaba auxilio de la grúa escoltado por la policía. La lluvia caía semiconstante sobre la ciudad. El mozo, creyo que era brasileño, porque después de beber algunas copitas del vino, me preguntó si quería café, a lo que le contesté “puis, ehhh de beber vinho”. Cuando le dije que era argentino, soltó el español como buen peruano que era. Y se me puso a hablar de la selección argentina. Creo que el sabía más que yo, creo nada, sabía. Simpático el mozo peruano. Hacía años que estaba en París con su familia. Con el café me dispuse a revisar la guía Samuelson pero no la encontré. La había perdido. Putz. Busqué en mis bolsillos sin suerte. Pero algo recordaba y como Lisandro me había marcado en el mapa el camino con birome, seguí confiado de que haría bien el camino. Subí al arco del triunfo. Miré París desde allí arriba. Qué linda que es París. Cómo no habrían de venirse los pintores y artistas a fines del siglo XIX y principios del XX? Cómo no habrían de inspirarse teniendo a esta ciudad a su merced? Cuántas avenidas confluyen en este arco. Bajé y continué por la Av. Kléber hacia el Trocadero. Tal como escribió mi hermano, quedé absorto al ver a la torre Eiffel. Y yo que pensaba que no me iba a impresionar…tanta torre Eiffel por todos lados, imágenes, fotos, televisión, películas…qué me iba a impresionar? Equivocado estaba. La ves y no parás de sacarle fotos. No subí porque el día estaba feo, espero volver una tarde de sol y ver el anochecer desde allí arriba. Caminé por los Champs de Mars y me senté en un banco solo. No había nada ni nadie frente a mí, sólo tierra, un lindo farol y árboles en el fondo. Fue un lindo momento conmigo mismo. Pasé luego por Les Invalides entré en un museo de armas en busca de la tumba de Napoleón. Como no tenía la guía no sabía si venía bien con el tour. La tumba había cerrado hacía quince minutos. Seguí caminando, atravesé el Sena y mientras me alejaba de la torre Eiffel, me daba vueltas para seguir admirándola a la distancia. Dejé la Place de la Concorde a mi izquierda a la vez que bordeaba el río. Llegando al Louvre doblé y dejé Les Tuilleries a mi izquierda y el Louvre a la derecha yendo esta vez en dirección a la Ópera. Allí me encontraría con Lisandro para ir a comer. Como era temprano, me fui a un bar a tomar un café que acompañe con una tartita de limón. A mi lado dos amigas del sur de Francia que habían vivido en Brasil diez años. Mientras descansábamos y tomábamos café charlamos un poco sobre todo. Mientras esperaba no paré de sacar fotos. Es que Paris es como aquellas construcciones francesas que hay en Buenos Aires en las que a mi me encantaría vivir. Toda así. Toda antigua. Toda bella. Toda prolija y armoniosa. Fuimos a comer con Lisandro a Le Marais. Yo pedí una carne de cerdo con papas y Lisandro un pescado, acompañado con una copa de vino tinto y blanco respectivamente.
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